Todos los días Mayra Altagracia Castillo (conocida como Doña Miminga por la gente del barrio) le prende una vela a San Antonio de Padua para que su hija, que casi está llegando a los 30 años, pueda encontrar un marido.
Y es que, queridos negritos, a la hija de Doña Miminga le ha dado por dejarse un pajón de todo el tamaño y su madre teme que los hombres piensen que es una loca y que no se baña.
Nuestra protagonista no entiende cómo su hija, que acudía religiosamente al salón a ‘estericarse’ los cabellos cada semana, ahora dice que no vuelve a alisarse y que ella “ama su pajón”.
Y es que, queridos negritos, a la hija de Doña Miminga le ha dado por dejarse un pajón de todo el tamaño y su madre teme que los hombres piensen que es una loca y que no se baña.
Nuestra protagonista no entiende cómo su hija, que acudía religiosamente al salón a ‘estericarse’ los cabellos cada semana, ahora dice que no vuelve a alisarse y que ella “ama su pajón”.
—Esas son cosas de la juventud—, le dijeron sus amigas de parroquia. “Son cosas de la juventud”, repitió Doña Miminga, pero pensó que su hija el año que viene cumplirá 30 y ya rebasó la edad de casamiento.