Los guloyas no pueden más

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AFRODESCENDIENTES

¿QUÉ HA PASADO CON LOS «GULOYAS» LUEGO DE SER PROCLAMADOS PATRIMONIO ORAL E INTANGIBLE DE LA HUMANIDAD?

El cañaveral se veía en todo su esplendor desde los hombros de los tíos cocolos. Con tan solo siete años, Jesús Castro no podía hacer todo el viaje de cinco días a pie, necesitaba que lo cargaran en algunos momentos, pero cuando estaba ahí arriba, disfrutaba de la imagen que le proporcionaban cientos de cañas alineadas una al lado de la otra.

Aunque sabía que sus “tíos” hacían el recorrido para alegrar con trajes de “guloyas” a varios ingenios y que cuando llegaban a esos lugares los esperaban con una “domplinada” y frío frío , poco imaginaba que cuarenta años después formaría parte del Teatro Cocolo Danzante, un grupo reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en el 2005, como “Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” y que participaría, en el 2008, del festival “ILE De Francia”.


Junto a Ramón María Araujo (Momón), presidente, Julián Adámes, vicepresidente, Jesús Manuel Romer y Fernando Antonio Romer, músicos, Castro conforma una agrupación que posee sus virtudes y enfrenta sus propias luchas.

¡Los guloyas vienen ya!
“Empecé a bailar en 1970 y tengo 67 años. Recuerdo que para la Pascua salían los guloyas y desde niños íbamos a verlos. De ahí para adelante el jefe me dijo que ya podía bailar”, recuerda Araujo.

En el caso de Julian Adámes, a los 7 años, un señor apodado “Héctor” conformó un grupo de niños vestidos con pedazos de saco, pencas de coco y plumas de pollo. “Él decide traernos, a mi hermano y a mí, el 25 de diciembre de 1992, al grupo de Linda”.

Jesús Romer empezó a los cuatro años: Linda era su padrastro. “Después bailé hasta los trece y luego me dediqué a la música: a tocar el volante”, afirma.

Felix Romer se inició como cajero al pedir dinero durante los desfiles. “Me tenían que cargar porque el menudo me rompía el bolsillo y ahí dije que lo que quería ser era guloya. Empecé a los 15 años y ya tengo 62”.

Cayéndose sin ruido
Luego de la muerte de sus principales dirigentes, Daniel Henderson (Linda) el 12 de julio de 2009, y de Juan Felipe Linis Simons (Ruddy) cuatro meses después, los guloyas corren el riesgo de extinguirse, de que sus lentejuelas y cintas de colores no se luzcan más cada 25 de diciembre y de que su “Good Morning Guabaverry” no se escuche más que en canciones, todo esto si no se les proporciona la atención que necesitan para continuar con la tradición.

“Carecemos de un local más amplio y también nos faltan vehículos; es muy duro trasladarnos a los sitios para la actuaciones. También los mayores requieren de una pensión, porque ellos se han dedicado a lo que es el grupo, su trabajo es ser guloyas y pienso que el gobierno les debe tender la mano”, expresa Adames.

Ramón Araujo asegura que a veces hay cosas que desprecian sin querer, porque no pueden pagar el transporte. “Además necesitamos un taller para impartir docencia y un lugar donde podamos hacer funciones teatrales”, dice.

Ping Pong
Cuando los cocolos llegaron tenían alrededor de cinco a seis bailes, de los cuales solo queda el conocido como “guloyas” aunque entre ellos se llamaba “Wild Indians” El artista Nadal Walcot afirma que se trata de rescatar el baile de “David y Goliath”, apoyados por la Universidad Central del Este (UCE). También el del “Buey” en el ingenio de Angelina.

Según el escritor Avelino Stanley, la mayoría de los bailes se ha extinguido por lo mismo que podrían desaparecer los guloyas, si no se les pone atención, porque esas manifestaciones necesitan de apoyo. “La gente cree que a los guloyas se les dio un premio, pero se trata de un reconocimiento que hace esa entidad a manifestaciones culturales de distintos países y que estableció en tres oportunidades”.

En total, en esos años varios países del mundo sometieron 153 candidaturas para que las nombraran como “patrimonio de la humanidad”. De esas solicitudes solo reconocieron 90 y el país obtuvo dos reconocimientos.

“Esto se debe a que, aunque hay lugares con expresiones mucho más antiguas que las que tenemos aquí, son distinciones que se hacen a manifestaciones que de alguna manera pueden estar en vía de extinción. Además ese reconocimiento no sale de la UNESCO, se lo solicita ,casi siempre, una instancia gubernamental del país de donde sea la manifestación”, explica Stanley.

Al pedir que sea reconocida como parte de la cultura intangible quien envía la solicitud se compromete con algunos planteamientos que hace la UNESCO. En este caso, la responsabilidad la asumió el Museo del Hombre Dominicano, que pertenece al Ministerio de Cultura.

“El plan de salvaguarda pide que las instancias locales se comprometan a diligenciar un local, pero no uno cualquiera. La oficina de los guloyas en este momento es indigna. Necesitan un espacio donde puedan ensayar y vincular a los jóvenes y niños con esa tradición e instalar un museo donde se exhiban las piezas que usan en su baile, también debe existir un taller: donde puedan vender su instrumentaria junto a CDs y vídeos con su música”.

Xiomara Pérez, directora Nacional de Folklore , manifiesta que la Coordinación de Programas de Apoyo a Grupos Folclóricos y Populares del Ministerio de Cultura, que dirige el folklorista Edis Sánchez, es el enlace para dar seguimiento a lo que se relaciona al aspecto salud y modus vivendi.

“También la Dirección del Sistema Nacional de Escuelas Libres, que dirige el gestor Ángel Mejía, tiene contratados como facilitadores docentes a dos miembros de ese grupo, para que continúen formando a los niños en esta tradición. Además, los dos jefes anteriores del grupo, fueron beneficiados con pensiones y disfrutaron de un seguro médico”, expresa Pérez.

De acuerdo con la investigadora, el Ministerio de Cultura realiza gestiones para que tres de los integrantes mayores de edad sean beneficiados con una pensión vitalicia. “No es prudente darle una pensión a cada miembro porque la mayoría son jóvenes, en plena capacidad de trabajar, además de estos descendientes y no descendientes que participan de esta tradición representan un símbolo cultural que pueden explotar con dignidad realizando talleres asociados a su práctica y elaborando artesanía y enseñando a los turistas y a los interesados en aprender sus danzas que solo ellos conocen”, afirma.

Pérez asevera que en estos momentos se recolecta toda la documentación para la compra de la casa donde está el grupo. Mientras tanto los guloyas esperan, el tiempo corre y no perdona

BAILES COCOLOS: SANGRE Y RESISTENCIA 
Una parte considerable de macorisanos no sabía distinguir en la década del 70 entre un gagá haitiano o un baile Guloya de los cocolos, los que igualaba diciendo que “eran bailes de bateyes”.

En el texto “Los cocolos de Santo Domingo”, de Julio César Mota, se definen los bailes y juegos cocolos.

“Momise”: que toma sus lecciones de la Biblia y de algunos cuentos británicos. Su principal lección se basa en la leyenda de un gigante que rapta a una mujer y que es rescatada por un héroe. Teophilus Shiberton (El Primo) dirigía al grupo que realizaba esta manifestación.

“Los guloyas”: dramatiza la leyenda bíblica de la lucha entre David y Goliat. Con personajes como Goliat vestido de un pantalón y una camisa de rojo intenso, un cinturón de zinc, un yelmo y un madero multicolor. Ademas están “Yayi” , quien llora la muerte del gigante y “Fado” medico curandero y predicador, vestido de negro, pantalones , frac y sombrero de copa.

“Los indios”: o “Wild Indians”, llevan en la cabeza un penacho confeccionado con plumas pavo real y utilizan arcos, flechas y hachas de madera.

Su vestimenta esta adornada con espejitos, lentejuelas, hilos dorados y cintas multicolores. Se caracteriza por los movimientos mas violentos y contusionados. “El Buey”: un personaje que representa a un buey que baila en las calles y corre detrás de las personas.

Lleva detrás un pequeño conjunto orquestal que interpreta la música que baila el buey. Este baile era ejecutado por cocolos residentes en los ingenios de San Pedro de Macoris, como Angelina, Santa Fe y Consuelo.

“Los Zancos”: un danzante sobre altos zancos, ataviado con una chaqueta brillante con muchos espejitos, mangas muy largas y el pantalón lleno de flecos, adornados con cintas de varios colores, que hacia acrobacias al son de la música.

“La Cinta”: en este juego se tejían cintas alrededor de un mástil, al compás de flautas y atabales. Era uno de los grandes atractivos de las representaciones”.
Texto original:  http://www.listin.com.do/ventana/2011/8/12/199469/print-no-pics