DAGOBERTO TEJEDA: “LA FASE DE MAYOR CREATIVIDAD ES LA QUE TENGO EN ESTE MOMENTO”
Indhira Suero
Los panaderos estaban tan sincronizados que para el niño que los observaba parecían mágicos. Mientras amasaban la harina con sus manos de obreros, entonaban canciones que quedarían marcadas en la mente del infante, que los admiraba con respeto y fascinación.
Las voces y el ritmo de los bolillos le conducirían a un mundo nuevo, lleno de leyendas, de creencias y tradiciones que formarían poco a poco su espíritu de investigador.
Turno de Dago
“Soy un aldeano de uno de los lugares más hermosos del país, que se llama Baní, me crié en un barrio popular, llamado Villa Majiga. Mi padre fue el primer maestro rural de las Calderas; luego me fui a vivir con mi abuelita, que tenía una de las dos panaderías que habían en el pueblo”, recuerda Tejeda.
Al decir esas palabras, su mente se va lejos del comedor de su hogar, en donde tomaba lugar la entrevista, y regresa a la panadería de su abuela donde había una ‘enrramada’ para que los panaderos no tuvieran que ir a su casa de noche. Al hablar parecía recordar el olor del pan que se hacía con un bolillo de metal. Tejeda cuenta que mientras los jornaleros trabajaban hacían el ritmo con el instrumento y cantaban canciones populares.
“Cuando había una fiesta en sus barrios ellos me invitaban, ahí empecé a tener mi primera relación con las manifestaciones populares, con el lenguaje y con el pueblo. Se me quedó de una manera impactante, porque me di cuenta que en los pobres hay un espacio de humanización. Encontré sinceridad, amistad y pude captar el valor del ser humano por encima de los colores y formas”, dice Tejeda.
El tiempo pasó y el niño se convirtió en revolucionario, cuando llegó la Revolución Cubana se unió a los jóvenes antitrujillistas, sufrió la persecución de la policía y llegó a ser el primer presidente del comité provincial Revolucionario 14 de Junio en Baní. La vida le empezó a demostrar que el mundo era un lugar lleno de injusticias y desigualdades. “Luego me dio una onda de ser cura y estuve unos meses en el colegio Calazans con los padres. En ese proceso terminé el bachillerato y como mi papá era amigo de uno de los que dirigía Industrias Banilejas me emplearon como escribiente y ahí nació el deseo de ir a la universidad”. Tras finalizar esta etapa, se traslada a Santo Domingo para trabajar con don Masú Perelló. Al hacerse incompatible el trabajo con la universidad, optó por lo segundo y consiguió una beca del ayuntamiento de Baní.
“Cuando terminé el primer semestre en la escuela de sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Juan Bosch inició el proceso de mandar jóvenes al exterior, sobre todo en carreras poco conocidas en el país. Me fui a Brasil a la escuela de sociología de la Universidad Católica de Río de Janeiro. En medio de la carrera se produce la Revolución de Abril del 65 y la dejé para integrarme en la revolución, cuando llegué me tomaron preso en el aeropuerto, logré que me soltaran y cuando vi que las fuerzas interventoras tenían rodeada a Ciudad Nueva regresé a Brasil”, afirma .
Cuando llegó de Brasil el deseo de trabajar con la cultura popular se apoderó de sus venas. Después de ese momento se convertiría en el “Dago”, aquel que habla por la gente del pueblo, aquella que no tiene voz: “El primer trabajo surgió porque a mi casa iba un señor que conocía a la curandera Bibiana de la Rosa y desde que llegué cogí para Maná para hacer un libro sobre ella. El segundo fue sobre la sarandunga, inspirado en el tiempo que viví en Villa Majiga, a dos esquinas de donde el 24 de junio por la mañana salía la procesión de San Juan Bautista, para la sarandunga”.
Por los pueblos
Un aspecto poco conocido del investigador lo constituye el hecho de que, con el profesor Agustín Heredia, en la UASD, empieza a cambiar la formación de los odontólogos del país que no salían del recinto de la universidad.
Cada domingo, Tejeda y el profesor Heredia salían junto a los estudiantes para dar servicios odontológicos en los campos, esta experiencia hizo que la Facultad de Ciencias de la Salud organizara una oficina de Educación y Planificación. Con esta acción empezó un proceso de transformación de las prácticas en la universidad, a tal punto que el modelo que se desarrolló en ese entonces está todavía en sus estatutos.
“Después cuando la medicina se convirtió en mercancía y se privatizó, opté por desarrollar la antropología y el folklore”, asegura.
Orixas da Bahia
Tejeda califica su experiencia en Brasil como extraordinaria, debido a que uno de los aspectos que se ha dedicado a trabajar en República Dominicana es el carnaval.
Ese amor por el carnaval lo consiguió en Brasil, país que le enseñó a valorar la religiosidad popular y en la que se respeta la fiesta de Yemanjá.
“Recuerdo que la película ‘Vereda de Salvación’ sobre movimientos mesiánicos, me incitó a trabajar con Liborio Mateo, Elupina Cordero y Bibiana de la Rosa. Lo más importante que aprendí allá es que empecé a ser dueño de mí mismo”, afirma el hombre que aun escucha en su cabeza los cantos a la orixá Yemanjá.
Revivir lo nuestro
Al hablar de las manifestaciones del pueblo la voz de “Dago” se vuelve entrecortada.
Su sueño es que se vea a la cultura como un gasto necesario y asegura que el Estado no entiende esto: “La cultura popular necesita mil veces más apoyo y que le den la infraestructura y recursos para que pueda continuar” y con estas palabras termina la entrevista al niño de Villa Majiga, aquel que soñaba con algún día vivir entre leyendas e igualdad, tal como lo hace la gente de valor.
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REVOLUCIONARIO EN CADA ACTO
Tal y como escribía el Che Guevara en la carta de despedida a sus hijos, el ser humano debe ser capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo: “Es la cualidad más linda de un revolucionario”. Tejeda representa de manera fiel las ideas de Guevara, que junto a Máximo Gómez, Pichirilo y luchadores como Manolo Tavares Justo, Amín Abel, Otto Morales conforman su grupo de héroes.
“No llegué a ser cura porque cuando me metí a estudiar y descubrí el mundo de mentira e hipocresía de gran parte de la iglesia entendí que el papa debía ser Che Guevara y entonces dejé una iglesia burocratizada de mentiras y de contradicciones”, destaca Tejeda.
Su espíritu revolucionario lo llevó a transgredir las normas de lo que la “sociedad” considera correcto: “Mi vestuario es una provocación que irrita a los racistas del país, pero no pretendo ser africano, reconozco que somos dominicanos y sentimos con una tambora, que nos gusta la fritura. No tengo traje hace más de 35 años, lo que uso son túnicas con mis collares y mis pulsas, para algunos soy un provocador y para otros un homosexual”.
De acuerdo a Tejeda saber que su vestimenta es algo que hace por conciencia y no por moda es una provocación en una sociedad racista que tiende a invisibilizar la herencia africana.
Texto original: http://www.listin.com.do/ventana/2011/10/21/208131/print