El Papaupa

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Salustiano Peña Medina (conocido como El Papaupa en el barrio El Polvorín, de Villa Mella) supo desde pequeñito que “quien no tiene dinero, ni relaciones, ta’ bien fuñío en este paisito”

El Papaupa aprendió que si en algún momento un tráfico le amenazaba con ponerle una multa, por manejar a toda velocidad sin cinturón y con una cerveza en la mano, las palabras mágicas que le ayudarían a salir de tan horrible situación debían de ser “¿Usted sabe quién soy yo?”, por supuesto dichas con mucha autoridad y con la cabeza en alto. De fallar ese recurso solo debía de hacer una llamada a “su amigo el Coronel” y ¡zas! todo quedaría resuelto, e incluso el insolente y atrevido agente de tránsito le ofrecería mil disculpas por atreverse a multar a una persona tan digna e importante: ¡Perdón, comando, es que tengo que cambiar los lentes; ute’ sabe que cuando están vencio’ uno casi no ve de lejos y se puede confundir fácil!

Nuestro protagonista sabía también que el “bulto y el ayante” le abrirían más puertas que ser sencillo y modesto. Por eso, que quede como un secreto entre nosotros, cada vez que iba a una discoteca llenaba la mesa en que estaba con champañas con velitas y whiskys caros para que todo el mundo lo mirara y, por supuesto, para que las damiselas presentes en la fiesta se sintieran tan atraídas a él como las abejas al panal. Eso le sirvió mucho cuando salía dispuesto a la conquista amorosa ya que, según decía, “ninguna mujer le hace caso a un hombre feo, prieto y sin cuartos”.

Además, El Papapua está al tanto de que vive en una nación en la que condenan a un hombre a 20 años de prisión por el robo de un salami, mientras otros hacen y deshacen a su antojo sin nadie que se atreva a ponerles freno. 

Por eso, mis queridos negritos, cada día de su vida nuestro gran Papaupa siempre se encarga de “pisar primero al otro antes de que me aplasten a mi…¡Ay, ñeñe!

Texto original: 
El Papaupa