Desde Sainaguá, con amor

(+) Desde 1975, la región Sur disfruta a ritmo de palos y atabales de agrupaciones de todo el país.

Indhira Suero
San Cristóbal

Sonidos. Color. Fiesta. Afrodescendencia. Identidad. Unión. Más de 20 grupos de atabales de República Dominicana interpretaron sus mejores ritmos durante la celebración del XXIV Festival de Atabales Sainaguá 2014, en la provincia San Cristóbal.
Durante dos días, los palos, cantos, bailes y salves demostraron que las expresiones folclóricas perduran a través del tiempo y que solo necesitan “un empujoncito” de parte de las autoridades encargadas de velar por su protección y desarrollo para ser apreciadas en su justa dimensión por el pueblo dominicano.

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Toque de tamboras
Este evento, ideado por el Club Sol Naciente para “resaltar la dominicanidad, promover los valores y las buenas costumbres”, se ha convertido en un referente para las agrupaciones folclóricas de la región Sur del país, razón que motivó al Senado de la República a declararlo en el año 2007 como “patrimonio cultural del pueblo dominicano”.
Peligro

Lo mejor de este tipo de actividades es que deja algo al pueblo en que se realiza. En tiempos en los que las radios del país gritan a todo volumen estrofas como “a mí háblame de romo”; “tengo ma’ mujere’ que cuarto en el pantalón”; “¿Papi, te gutan la chapas que vibran?” y “dinero fácil yo tengo yo me lo buco’, buco’. Dinero fácil yo tengo sé me lo truco’, truco”,  el que se luche por rescatar el valor de tradiciones que representan el legado de nuestros antepasados constituye un signo de avance en medio del retroceso.

La falta de continuidad y acciones para preservar sus aportes amenaza a varios de los grupos de atabales que se presentaron en este festival. La mayoría de los integrantes de cada una de estas agrupaciones proviene de diferentes comunidades de la región Sur (la más pobre del país, a pesar de poseer innumerables recursos naturales que pueden ser promovidos como atracciones turísticas) y tuvo que realizar un gran esfuerzo para asistir al evento. El poco apoyo que reciben las expresiones folclóricas dominicanas ha colocado al borde de la extinción a danzas como el Bamboulá (baile de grupo efectuado en la Aguada de Samaná) y ni hablar de la mangulina, el carabiné, el chenché matriculado, entre otros que a medida que pasa el tiempo se convierten en un simple recuerdo de libros de texto.

Es lamentable que grupos como Los Guloyas de San Pedro de Macorís no cuenten con una escuela para enseñar a los jóvenes parte de la herencia artística que dejaron los obreros que llegaron de las islas inglesas a San Pedro de Macorís, al principio del siglo XX. También se hace poco en preservar la tradición de los Chuineros, en la provincia Peravia, por mencionar algunos casos. A lo que surge la pregunta de ¿Qué pasará cuando los integrantes de estos grupos mueran?  



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EN HONOR A LA PROMESA

En 2014 el Festival rindió honor a La Promesa, una agrupación de  la comunidad de Madre Vieja, San Cristóbal, donde cada miembro toca un instrumento. Sus integrantes: Julio Herrera (tambora principal), Omedy Pérez (palo mayor), Ezequiel Pérez (güira), Gonzalo de la Rosa (balsié), Papo Herrera (segunda tambora), Ángel Sierra (pandero), Ramón Araujo (coro) y Felito Rodríguez (coro), se han presentado en lugares como Higüey, San Juan de la Maguana, Baní, Jimaní y Santo Domingo.
Entre las agrupaciones que asistieron al evento destacan: Raíces Folclóricas y Los Poderes de Yerba, de San Cristóbal; los palos de Cabral-Barahona; los del Cercado-San Juan; Los Jovillos de Azua; la Sarandunga de Baní; Los Taínos de Navarrete; los palos de Hato Mayor; Los Congos de Villa Mella (patrimonio cultural de la humanidad); Los Guedeses; Torpia y los Paduanos; La India debajo del agua, entre otros.

Texto original: Desde Sainaguá, con amor