“¡Ay, díganle que vuelva!”, gritó como desesperado Canquiñita mientras la Mamasota partía con la maleta llena de esperanzas a Italia (a comer espagueti y a olvidar el concón con habichuelas
).Para ese tiempo fue que empezó a tratar de quitarse la vida, pero fallaba en cada intento. Incluso fue al colmado para que le vendiera Tres Pasitos y ante la negativa del pulpero, de venderle el veneno, lo único que nuestro Canquiñita alcanzó a decirle fue “qué gano yo con vivir si mi mujer no me ama”.
Después de eso los hermanos de Canquiñita decidieron que ya estaba bueno y que algo había que hacer. Tomaron la decisión de llevarlo al 28 para ver si los siquiatras podían ayudarlo.
Aunque, según dicen las malas lenguas, eso no ha servido para nada y los enfermeros del manicomio dicen que de noche se escucha a Canquiñita mientras grita: ¡Dame la receta para olvidarte, mami, que me estoy cayendo a pedazos!; ¡Dime cómo hago, Mamasota, que el romo no me alcanza para olvidarte!…