Todavía su mujer recuerda cuando Papi le dijo que preparara arroz con huevo, que se lo iba a comer cuando llegara.
Lo malo, mis queridos negritos, es que nuestro héroe nunca regresó a su casa ya que como vivían en una pieza diminuta en el barrio la Zurza, decidieron velarlo en la Funeraria Barrial.
Papi dejó tras su muerte mucho más que desconsuelo y lágrimas. Los cobradores empezaron a llegar y a llevarse todo lo que «con mucha esperanza» habían tomado a crédito.
Primero fue el componente en el que nuestro protagonista dedicaba todas las canciones de Zacarías Ferreira a su amada mujer; luego se llevaron la nevera y la pobre viuda tuvo que cerrar el negocito que tenía de vender helados de coco y batata y fundas de habichuelas blanditas.
Después, el golpe más bajo para la pobre mujercita, fue cuando se llevaron la cama donde pasó tantas noches de amor con su Papi y en la que le cantaba “Miénteme que yo te lo creo, que soy tu más actual deseo pero no quiero que me digas que por mi tu vida tú ya no sientes nada”.
Poco a poco, negritos, la miseria fue rematando la memoria de nuestro amado Papi.
Mientras su mujer luchaba por conseguir una pensión por la muerte de su hombre tuvo que recoger lo poco que quedaba y salir de la casucha en que vivía para arrimarse donde una tía porque, como le había dicho la dueña de la pieza: “De alquilar casas es que yo me mantengo y hace tres meses que Papi se murió”.
Todavía la viudita se levanta en las noches y asegura que siente a su Papi cantándole: “Miénteme que yo te lo creo aunque si se me rompe el alma porque es peor creer que me amas vida no te vayas quédate conmigo”…
Texto publicado en Ventana, Listin Diario:
Se lambieron a Papi