Para nuestra protagonista, nadie era más romántico que El Matatán ya que su amor era puro y sencillo.
Innumerables las camisas que le quemó al Don mientras planchaba. A cada rato el teléfono sonaba, pero nuestra Morena ni siquiera lo escuchaba, sus oídos solo reconocían la voz de su amado.
Incluso, según las malas lenguas, parecía que a La Morena le habían hecho algún tipo de brujería porque las vecinas decían que no entendían como alguien tan, pero tan feo como El Matatán podía haber enamorado a una muchachita aparentica y hasta “clarita y con el pelito bueno”.
Así fue como nació el amor entre La Morena y El Matatán. Si hubo alguna brujería fueron las palabras de amor (o la verdadera muela, según los tigueres) de nuestro héroe. Claro, sin dejar atrás el pica pollo con plátano maduro (“pa’ que pienses en mí cada vez que muerdas un muslo, Morena”) que tanto encantaba a nuestra muchacha.
Porque el amor, queridos negritos, no mira cara, ni color. ¡Eso se los puede asegurar La Morena!
Texto publicado en Ventana, Listín Diario: