Después de jugar miles de billetes de lotería y soñar todos los días con números. De probar suerte con quinielas y palé. De gastar su sueldo entero como albañil en Loteka, Loto Real, Leidsa, Loteria Nacional, bancas de apuestas y demás, nuestro Paquito se ganó 50 millones de pesos.
¡50 millones!
A partir de ahí su vida cambió. Lo primero que hizo fue dejar su trabajo y jurar que nunca en su vida volvería a tocar una funda de cemento, una pala o una pila de blocks.
Luego, Paquito dejó a su mujer y a sus hijos y se buscó no una, ni dos mujeres, sino a cuatro (sí, cuatro) muchachonas que más que simples mortales parecían que habían ganado diez veces el Miss Universo.
Después, nuestro protagonista se hizo un tatuaje que decía 50 millones, en el brazo izquierdo, para recordar por siempre la cifra que le cambió la vida.
Ni siquiera fue al entierro de sus padres. Solo se contentó con mandar un dinerito para el funeral y con enviar una corona de flores con un letrero enorme que decía: “Cortesía de Don Pascual Sánchez Ibarra”.
Pero dicen por ahí que el “dinero de tonto se escurre pronto” y a nuestro Paquito la suerte no le duró mucho. Los 50 millones se fueron tan rápido como llegaron. Tuvo que vender la casa en el sitio “fino”. Las cuatro muchachonas decidieron buscarse un nuevo amor. Y, dicen las malas lenguas, que hasta el tatuaje de su brazo izquierdo se borró.
Texto publicado en Ventana, Listín Diario:
50 millones
La felicidad del pobre es efímera.
Lamentablemente, Mayra.
Las personas se corrompen así mismas.
De acuerdo contigo, Carmen Sofia.
¡Me encanta tu manera de escribir!