Un derroche creativo y técnico pocas veces visto en RD

Indhira Suero
Florida, Estados Unidos 

El director Jesús Reyes (“De María África a María Montez: un Mito en Technicolor”, 2014) explica que la realización de los primeros documentales en la República Dominicana data desde la época del dictador Rafael L. Trujillo.
Según sus palabras, estas producciones trataban de materiales propagandísticos sobre el régimen y estaban a cargo de personal extranjero.

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El cineasta y crítico de cine José Luís Sáez relata, en su libro “Historia de un sueño importado: Ensayo sobre el cine en Santo Domingo”, que cuando no se disponía de medios suficientes para elaborar documentales en el país la General Business Film fue contratada para filmar dos cortometrajes propagandísticos para exhibirlos en el Pabellón Dominicano de la Feria Mundial de New York en 1939”, asegura el documentalista.
El productor explica que, en 1947, el camarógrafo Rudy Unger se dedicó a la realización de documenta les de propaganda. Mientras que en “Marcha del Trabajo” —que promovía la reelección de Trujillo y tuvo como escenario la ciudad de Santiago, el 30 de marzo de ese año— Unger filma el documental “Palmas Dominicanas”, que recorre el país exhibiéndose en los locales del Partido Dominicano, en 1948.
“A partir de los años 50, dos cineastas se dedicaron a la producción de documentales y noticiarios en el país, Manuel Báez y Eugenio Fontana.
Báez filmó junto a su hermano Adolfo, el primer documental con sonido óptico, con una cámara Auricom Cine-Voice de 16 mm. y que trataba de las ceremonias de toma de posesión de Héctor Trujillo, el 16 de agosto de 1952”, comenta Reyes.
De acuerdo al director, unos años después, con guión de Otto Gonzáles y Fidencio Garris, Manuel Báez realiza el primer documental dominicano en 35 milímetros y en color titulado “Ganadería: Riqueza Nacional, en 1958”.
Reyes agrega que en la década de los 50, se incorpora a la producción de documentales de propaganda política del régimen el productor italiano Eugenio Fontana, quien se hizo cargo del Departamento de Cine de La Voz Dominicana.

Educación
La cineasta Yildalina Tatem (“Mujeres Extraordinarias”, 2009), afirma que aunque siempre se ha considerado que los documentales se respetan más en espacios culturales de élites la causa de esta reputación radica en que la educación que se imparte no concuerda con el país que se quiere alcanzar.
“La educación que deberíamos estar transmitiendo para construir estos nuevos imaginarios y parámetros que nos expliquen la igualdad, la solidaridad, el compromiso, el respeto a la palabra empeñada y la eliminación del abuso”, explica Tatem. “No me cabe duda de que los proyectos documentales serían un recurso efectivo, eficiente y atractivo en esa transformación cultural a la que aspiramos”, agrega la productora.
Sobre el apoyo que se le ofrece a este género Tatem comenta que tal vez, a sus 48 años, no representa el tipo de persona a quien se quiere apoyar para emprender este tipo de proyectos.
La documentalista asegura que se ha inscrito en varios cursos ofertados por la Dirección General de Cine, y no la han llamado para decirle que puede participar o si recibieron su expediente.
“A los fondos que se promueven desde allí no he concursado, porque la verdad la mayoría vienen destinados a estudiantes de cine jóvenes, y no me quejo. Está bien que apoyen a la juventud, pero quizás sea posible abrir una ventana al tipo de iniciativa como la mía, sobre todo si ya han demostrado ser exitosas”, manifiesta la directora.

Alcance
El director Pedro Guzmán (Peyi) asegura que en República Dominicana se han filmado una cantidad considerable de documentales de tipo cultural, industrial y político, pero que también se han perdido muchos, en especial los de Radio Televisión Dominicana durante la Revolución de 1965.
Para el productor de “Carnaval y Caretas” (1981) el éxito de un documental en este país dependerá del tema.
“Ahí están los ejemplos de los documentales de René Fortunato que llevan mucho público al cine y constantemente compran sus DVD”, comenta Guzmán.
De acuerdo al director Nino Martínez (“La Ventana de Doña Nena”, 2014), el género documental siempre ha sido marginado debido al protagonismo que le roba su hermana la ficción.
Martínez considera que aunque existen muchos documentales que han funcionado bien en taquilla y han sido rentables se hace muy difícil intentar distribuir este tipo de película cinematográfica en salas, y mucho más en la actualidad cuando hasta para las de ficción resulta complicado.
“Parece como si el nicho de mercado del documental fuera casi siempre la televisión. Por eso también existen los festivales especializados, que intentan dar un empujón y a la vez llevar obras al gran público”, explica Martínez. “Sobre cómo podrían tener más éxitos, pues supongo que tratando temas que interesen más al público, pero esta deducción es una trampa ya que los gustos no los decide el público per se, sino que normalmente vienen impuestos por la misma industria”, añade el productor.
El cineasta opina que bajo el amparo de la ley de cine se puede financiar un documental, pero costará mucho más que una ficción ya que el riesgo de la inversión es mucho mayor.
“Harían falta fondos privados de ayuda al cine documental y hacer todo lo posible para que el país participe en la mayoría de fondos intergubernamentales a los que pueda acceder. Me consta que hay gente trabajando en esa dirección en estos momentos”, expresa Martínez.
Martínez asegura que dentro del género ve un grupo que intenta hacer su trabajo pero que todavía se encuentra muy desperdigado, sin un núcleo que los aglomere.
Mientras que Jesús Reyes considera que si en la República Dominicana produjeran una igual cantidad de documentales que de ficción, se contribuiría al desarrollo de la industria cinematográfica en el país.
“El documental debe dejar de ser un material de relleno en nuestra televisión. Cuando falla la programación en un canal, le dicen al control máster ponte ahí un documental”, asegura Reyes.
El productor demanda que se realicen documentales con miras a exhibirse en los cines comerciales, sin descartar que se puedan presentar luego en la televisión, como ocurre con los filmes criollos de ficción.

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