¿Serás pendejo, Tranquilito?

 

A Gustavo del Orbe Santos, conocido como Tranquilito por su familia y amigos, no le importa que le digan pendejo porque está en un cargo público desde hace 20 años y nunca se ha robado ni un centavo. Vive en la misma casa, tiene un carro modesto (que todavía debe al banco), en su cuenta de ahorros solo posee algunos miles, nunca millones. Su esposa compra y vende ropa de paca. Sus hijos pequeños van a una escuela pública en la tarde y la más grande está en el politécnico hasta las 6 de la tarde.

 

“Tanto tiempo trabajando donde hay tanto dinero, y mira cómo vive”, dicen los vecinos a modo de burla.

 

“Tanto trabajo que ha pasado y sigue de pendejo”, dice con disgusto su suegra.

 

“Tanto que trabaja, pudiendo tener la verdadera paca”, dice una amiga de su esposa.

 

“Tu papá es un pariguayo”, le dice una amiga a su hija mayor.

 

En efecto, queridos negritos, nuestro Tranquilito ha pasado mucho trabajo. Bastantes penurias, numerosos malos ratos, pero, oigan qué vaina, él sigue creyendo en el trabajo honesto y en la posibilidad de vivir de manera decente sin tener que quitarle nada a nadie.

 

Yo tomo lo que me corresponde por mi trabajo, ni un peso más, ni un peso menos, dice con calma Tranquilito mientras mira al horizonte.

 

Y es que, nuestro protagonista trabaja como contador en una institución pública donde todo el mundo roba, todo el mundo coge, en fin, donde nadie cree que con paciencia y calma se subió el burro a la palma.

 

Algún día será, querido Tranquilito.

 

“Algún día será”, se dice Tranquilito con la conciencia pura y limpia.

 

Publicada en Ventana de Listín Diario.